Mercosur se concentra en Europa durante su encuentro y deja de lado debates internos

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La LXVI Sesión Regular del Consejo del Mercado Común y el Encuentro de Presidentes del Mercosur y Países Asociados tiene lugar esta semana en la Ciudad de Buenos Aires. En un ambiente regional caracterizado por tensiones diplomáticas y la urgente necesidad de replantear las estrategias internas, los dirigentes del bloque dirigen su atención a las alianzas externas, postergando los asuntos estructurales que han afectado al Mercosur por años.


Uno de los focos principales de la cumbre es el tratado comercial entre el Mercosur y la Unión Europea, un proceso que ha estado en negociaciones durante más de veinte años y que podría llegar a una conclusión antes de fin de año, si el Parlamento y el Consejo Europeo dan su aprobación. Brasil ha revitalizado su energía para concretar este acuerdo histórico, mientras que Argentina, por otro lado, está intentando establecer una vía comercial con Estados Unidos, una estrategia que muestra las diferentes prioridades de los miembros del bloque.

Sin embargo, el Mercosur enfrenta un desafío aún mayor: su falta de cohesión interna. En los últimos años, las discusiones dentro del bloque han estado orientadas casi exclusivamente hacia afuera, sin avances significativos en aspectos claves como la reforma institucional, la eliminación de barreras no arancelarias o el fortalecimiento de la unión aduanera. Esta ausencia de introspección amenaza con debilitar aún más la posición del Mercosur en un contexto global cada vez más competitivo.

En este contexto, el convenio con la Unión Europea representa un momento decisivo. No solo debido a su magnitud económica y política, sino porque incitaría a las naciones del grupo a abordar reformas que han aplazado a lo largo del tiempo. La realización del acuerdo podría funcionar como un impulsor de un cambio estructural, aunque también podría resaltar, aún más, las disparidades y tensiones internas si no se maneja con una perspectiva común.

En este escenario, los vínculos bilaterales entre las naciones del bloque también evidencian signos de deterioro. La reciente asunción del mandatario uruguayo Yamandú Orsi ha insinuado una nueva fase en la política exterior del país, caracterizada por un acercamiento a Brasil y un aparente alejamiento de Argentina. La opción de un encuentro entre Orsi y su homólogo argentino ha sido prácticamente desechada, demostrando el escaso nivel de comunicación política entre ambos gobiernos.

La incorporación reciente de Uruguay como invitado especial en la cumbre de los BRICS, impulsada por Brasil, también representa un cambio estratégico que podría aumentar las tensiones con Argentina, particularmente debido a la afinidad ideológica del presidente argentino con el mundo occidental y su actitud crítica hacia naciones como Rusia e Irán, que también formarán parte del evento.

Sumado a esto, se encuentra la discusión pendiente acerca de la liberalización del bloque, un asunto que ha sido fundamental en los discursos del gobierno uruguayo anterior y que actualmente sigue sin resolverse. La perspectiva del gobierno argentino actual, que aboga por un Mercosur más flexible y con mayor independencia comercial para sus integrantes, podría alinearse con los intereses tradicionales de Uruguay. Sin embargo, la ausencia de indicaciones claras desde Montevideo genera incertidumbres sobre la viabilidad de una colaboración estratégica en esa dirección.

La cumbre se celebra sin grandes expectativas de anuncios ni de gestos de acercamiento entre los principales socios. La ausencia de encuentros bilaterales entre los mandatarios y el predominio de una agenda volcada hacia alianzas externas dejan en evidencia el complejo momento que atraviesa el Mercosur. Mientras las miradas se dirigen a Europa y Estados Unidos, los desafíos internos del bloque siguen sin respuesta, amenazando con debilitar su relevancia regional si no se produce un giro en la forma en que se gestiona el proyecto común.

Por Gabino Trujillo